BALTO, AQUILES Y COPUCHA

De: Ricardo E. Ortiz Barría
La tragedia que por estos días viven nuestros vecinos chaiteninos, arrancados violentamente de sus hogares debido a la impensada furia de volcán Chaitèn, ha dado pie a ya innumerables, artículos, cartas, y reportajes, en diversos de prensa especialmente capitalinos, a lo largo de todo el país, no solo referidas al desastre natural y al drama humano que está aun ocasionando, también han vuelto al tapete noticioso con inusual insistencia, nuestra ya casi endémica falta de conectividad terrestre y nuestros potenciales y codiciados recursos hídricos.Aun cuando agradecemos tan desbordante muestras de apoyo y preocupación, debemos decir que al igual que nuestros vecinos magallánicos, los aiseninos estamos tristemente acostumbrados, a las desbordantes e inusuales coberturas noticiosas, de las que somos objeto ante tragedias y desastres naturales, que de cuando en cuando, aparecen vinculadas a nuestro “sur del sur”. Luego y como suele decirse “después del temporal viene la calma”, entonces y como es ya tradicional, con indiferencia nos vuelven a relegar a un triste y doloroso olvido.
En medio de todo “el temporal solidario” a que hacemos referencia, nos han conmovido dos hechos que quisiéramos permitirnos compartir hoy con todos Uds., se trata de experiencias y sentimientos mutuos, intercambiados más allá de las distancias, ambos vinculados a la entrada en erupción hace ya más de dos décadas, del volcán Hudson, aquellos días en que, como acertadamente testimoniara Carlos Bello Durán nuestro querido amigo “El Malebo” “El Hudson roncó fiero”.
El pasado día jueves 8 en el libro de visitas de “El Divisadero”, apareció publicada una emotiva nota escrita desde Puerto Guadal por don Andrés Gillmore, en la cual en medio de una tristeza natural, describe sus experiencias y las de sus connaturales ante la furia del volcán Hudson, expresando con mucha autenticidad que de un modo u otro, hoy ha vuelto a revivir todo aquello, lo que lo ha hecho sentirse pero de verdad, muy cerca de todos los chaiteninos. Con tal claridad nos transmitió sus aun vivas emociones don Andrés, que no trepidamos en manifestarle nuestro agradecimiento, por en tan difíciles circunstancias, regalarnos un trozo de su memoria aun viva.Vinculado a la misma experiencia anterior, el pasado día Miércoles 14, nuestro querido y entrañable amigo Leonel Galindo Oyarzo, profesor de estado, lingüista y actual Director de la Casa de la Cultura de Coyhaique, nos envió un correo titulado “Infierno en Chaitèn”, el que por su profundo y especial significado(le solicito desde aquí, qué por favor así lo entienda) nos permitimos reproducir “Estimados amigos: Muchos de ustedes viven en Argentina y otras ciudades de Chile y sólo conocen lo que está pasando en Chaitén por los testimonios de los corresponsales de la televisión o algunas cenizas arrastradas por los vientos.A mí me ha tocado muy hondo el drama de la gente de Chaitén y de toda la provincia de Palena, porque presencié de cerca las dos erupciones del Hudson (1971 y 1991). La primera, porque fui rescatado en helicóptero desde Lago Azul en agosto de 1971, junto a mi mamá y mis primos. Mi papá y mis tíos se negaron a salir del campo para no abandonar los animales y pasamos muchos días de incertidumbre sin saber de ellos, viviendo de allegados en Coyhaique varios días. Nunca he podido olvidar el olor a azufre, o cuando se oscurecía el cielo en pleno día y quedaba como si estuviéramos de noche y caía nieve mezclada con ceniza y las piedras pomes rebotaban en mi cabeza. Tampoco puedo olvidar el temor que sentía cuando caían los rayos y partían en astillas los árboles y dejaban un gigantesco hoyo en la tierra y los truenos sonaban como si los cerros se vinieran abajo y tiritaba la tierra (yo no sabía en ese tiempo qué eran los temblores). Los perros gimen y los caballos estrechan su nariz contra el cuerpo de las personas buscando protección o amparo. Un abrazo”.El titulo de la presente columna reza “Balto, Aquiles y Copucha”, y está referido al rescate tardío de hasta ahora solo un centenar de todas aquellas mascotas chaiteninas abandonadas triste e involuntariamente por sus dueños. Con posterioridad a la forzada evacuación de sus habitantes, con gran pompa, se informo del “épico” rescate de los valiosos archivos de propiedades (sin respaldos, es decir copias de los mismos) desde Chaitèn. Doloroso por decir lo menos, nos resultó el que para las autoridades, resultara más importante el priorizar el rescate de bienes de valor material, que la vida de animales domesticados por el hombre, no nos anima aquí el realizar un juicio moral acerca de si correspondía o no, tal o cual medida, solo permítasenos hoy amigos lectores, desde lo más profundo de nuestra alma, el defender el derecho también a la vida, de nuestros más nobles e incondicionales compañeros. El rescate hace pocas horas de “Balto, Aquiles y Copucha” y su feliz reencuentro con sus amos”, representa sin duda alguna, en el mundo consumista y deshumanizado de hoy día, una esperanza, una reflexión y un mensaje claro, de que de nosotros y nadie más que de nosotros, depende el tener el corazón y la voluntad para hacer de nuestro querido Chile, una verdadera y por cierto imitable “copia feliz del edén”
Publicado el 16-05-2008 en el diario Divisadero

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